La hiperactividad infantil podría estar en algunos casos relacionada con la dieta. Concretamente con los aditivos de algunos alimentos de consumo habitual entre niños como refrescos, dulces o aperitivos. Un estudio británico ha descrito por primera vez una relación directa entre una mezcla de conservantes y colorantes frecuentes con este trastorno, que en su caso más grave puede ser un serio handicap para los niños.

La mayoría de los yogures con sabor a fresa no tiene ni un miligramo de fruta. Algo parecido sucede con muchos refrescos. El sabor se lo da un aditivo, y el color -casi nadie tomaría una naranjada blanca-, un colorante. El etiquetado de los productos alimenticios que se venden empaquetados suele llevar una serie de claves y nombres de sustancias que hacen que lo que se llama «de fresa» sea rosa, y lo «de limón», amarillo.
Los productos usados para conseguir estos efectos, o para que duren más en el paquete, están revisados al máximo por las autoridades, según insisten tanto el director de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria, Félix Lobo, como la directora de comunicación de la agencia europea, Carola Sondermann. Pero investigadores de la Universidad de Southampton (Reino Unido) han encontrado un agujero en estos controles. Una cosa es la seguridad de cada producto por separado y otra, la de su mezcla -algo habitual en algunas dietas infantiles ricas en chucherías, dulces y refrescos-. «Ya había un estudio -el de la isla de Wright- que apuntaba a la relación de algunos colorantes con la hiperactividad [manifestada como agitación, impulsividad o incapacidad para prestar atención]», dijo ayer Lobo, «pero este estudio es más riguroso».
El trabajo ha usado dos mezclas a partir de siete productos. Unos son colorantes: el E110 (que aparece en algunos envases como amarillo ocaso o amarillo anaranjado S.); el E102 (tartracina); el E104 (quinolina); el E122 (azorrubina o carmoisina); el E129 (rojo allura) y el E124 (rojo Ponceau 4R). El último es un conservante (el E211 o benzoato sódico). Con ellos se hicieron dos mezclas, que se dieron a los niños: 300 niños sanos repartidos en un grupo de 3 años (153) y otro con edades entre 8 y 9 (144). El resultado fue un aumento de la hiperactividad en los niños con una dieta rica en estos aditivos, según publica The Lancet.
De momento, las autoridades han reaccionado con cautela. Las tres organizaciones de seguridad alimentaria -británica, española y europea- insisten en que lo único que deben hacer es informar a los consumidores, pero que «no hay que alarmar». «Hay que tomar toda la mezcla junta» para que haya un efecto negativo, insiste un portavoz de la agencia española. «Ahora tenemos que estudiar los efectos producto a producto», afirma Sondermann desde Parma, sede de la agencia europea.
La revisión se hará dentro de un proceso más amplio de la seguridad y los efectos de todos los aditivos alimentarios que empezó hace un año «y que no tiene nada que ver con este estudio», insisten Sondermann y Lobo. Lógicamente, con un mayor cuidado en estos aditivos.

Noticia publicada en ‘El País’, 7-09-2007 – EMILIO DE BENITO – Madrid